11 de junio de 2007

"Mis primeros libros me pre-de-terminaron"



Mirando hacia atrás recuerdo mis palabras y mi forma de ver la vida a temprana edad; me fui forjando a pulso con las ideas que adaptaba de fragmentos de los libros que leía, las películas que veía, la gente con la que compartía, en fin, como si fuera un pitillo que a través de un diámetro muy fino succionaba lentamente el líquido de un gran recipiente. Mis recipientes definitivamente fueron amplios, confusos y terriblemente determinantes; Saint Exupery, Cortazar, Julio Verne, Wilde, Lewis Carroll, Cervantes, solo algunos de los que me iniciaron en este mundo de construcción juiciosa de un modo de ver la vida, que me permitiera escaparme coherentemente de la incoherencia de un mundo del que me sentía ajena.




Y así fue, mis lecturas empezaron a absorberme de tal manera que al llegar del colegio en las tardes, lo único que quería era saber más sobre quién escribía esas historias. Lograron contagiarme de su curiosidad por el más allá de las situaciones, de su sensibilidad física y mental sobre las diversas racionalidades de los seres humanos y sobre el poder que da la fe en algo o alguien, sea lo que sea. En mi caso la fe se la ganó la libertad de poder construir conscientemente mi propio caos.




Pensaba que ese poder de auto construirme me había sido investido por azar, era una sensación liberadora, me creía y me veía diferente a la gran mayoría, única, inclusive pensaba que podría ser de otro lugar, y que estaba en el lugar equivocado. Fue en ese preciso momento cuando me percate de lo diferente de mi realidad frente a la que veía en la cotidianidad de la gran mayoría de personas y situaciones que me rodeaban, comprendí en plena pubertad que tendría que ponerme una armadura, tomar mi espada y salir a librar batallas quijotescas para sentirme viva.




Y ha sido así desde entonces, no ha pasado ni un solo día en el que no piense que debo esforzarme al máximo por volver a casa habiendo enfrentado algún miedo como "Don Quijote" al enfrentar los molinos de viento; o vivir una aventura como dar la vuelta al mundo en solo ochenta días; o haber enfrentado algún monstruo como el "Principito"; o haber detenido el tiempo como "Alicia" para evitar una injusticia.




No es fácil mantener el espíritu y el alma llenos de ilusiones y fuerza, pues el mundo en el que vivimos no se deja vivir como una de estas historias que me predeterminaron a mí y a otros tantos. Pero sin duda alguna se que como yo, otras personas viven su propio cuento y lo escriben día a día, cargados de los recuerdos que les dejaron esas lecturas con las que tuvieron contacto en sus primeros años ilustrados.

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