30 de enero de 2012

¿En dónde queda la sostenibilidad urbana entre el desarrollo y modernidad?


Es un error creer que el desarrollo es directamente proporcional a la cantidad de vías que tiene una ciudad, o a la cantidad de edificios modernos que se construyen en los lugares estratégicos de esta. Es un error medir el desarrollo de una ciudad y de una sociedad por el número de vehículos que existen por cada hogar… En otras palabras, es un error creer que modernidad y desarrollo equivalen a sostenibilidad.

A causa de este grave error, actualmente en Colombia las ciudades y sus ciudadanos estamos presenciando las consecuencias de años de mala planeación. Las ciudades en las que vivimos no fueron pensadas para soportar los niveles de desarrollo acelerado al que han sido expuestas. Hoy vivimos en ciudades en las que no son suficientes las vías para la cantidad de vehículos de todo tipo que las transitan; en las que a causa de conflictos sociales, (como el desplazamiento forzado), se reciben a diario miles de personas que ubican sus viviendas en lugares en donde no es seguro construir; en las que no existen planes de ordenamiento territorial que prioricen la calidad y el uso del suelo por encima del negocio de la construcción; en las que el espacio público perdió la batalla frente al espacio privado; en el que las zonas verdes destinadas a oxigenarla están abandonadas; en las que los planes de manejo de basuras y desechos están a merced de empresas que solo piensan en esto como un negocio, no como un servicio.

En nuestro país las ciudades lentamente están colapsando, y ahora, justo ahora que empiezan los nuevos gobiernos locales a implementar sus planes de desarrollo es un buen momento para hacer esta reflexión. Planear no es predecir el futuro, ni más faltaba, planear implica hacer un análisis exhaustivo de las variables que permiten que un ciudadano tenga calidad de vida en el lugar que habita. Podría decirse que para que una ciudad se desarrolle y genere oportunidades, deben existir dirigentes capaces de diseñar e implementar políticas públicas que propendan al manejo sostenible de cada uno de los elementos del territorio y de los procesos regulados que nos permiten usarlos de manera equitativa. Pero sobre todo, dirigentes que entiendan que los servicios públicos no son un negocio sino un derecho.

Hacer de nuestras ciudades lugares sostenibles en medio del desmedido desarrollo urbano, implica una corresponsabilidad entre dirigentes, ciudadanos y veedores. Por un lado necesitamos transparencia en la orientación técnica del manejo equitativo de los recursos, por otro lado, nosotros como ciudadanos debemos comportarnos de tal manera que enriquezcamos los procesos de desarrollo en vez de entorpecerlos, y por último debemos crear instancias ciudadanas a través de las cuales podamos ejercer nuestro derecho y deber a hacer veeduría, no podemos permitir que las instituciones siguen usando los recursos públicos para beneficios particulares.

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